Hermanos católicos no debemos tener miedo de ser humildes, no debemos tener miedo de anunciar que amamos a nuestro Señor Jesucristo, no debemos tener miedo de perdonar al que nos hace daño,tenemos que mantenernos en el camino que Nuestro Señor nos trazó cuando fundo su Iglesia hace mas de 2000 años, la diferencia con otras organizaciones religiosas es que los fundadores de esas iglesias como Lutero y más, ya estén muertos, y el fundador de nuestra Iglesia ha resucitado, demos un buen testimonio de Sus enseñanzas.
lunes, 7 de noviembre de 2011
miércoles, 21 de septiembre de 2011
Educación para la Paz
Estamos acostumbrados a dividir el mundo en buenos y malos. Tomamos partido por los buenos y deseamos que los malos sean derrotados. Pero aquellos a quienes hemos etiquetado como malos también son personas y, en plan cristiano, también son hermanos nuestros, hijos de Dios. Por eso Jesús nos pide que hagamos oración por nuestros enemigos y que devolvamos bien por mal. (Mt 5, 44).
Debemos tener cuidado de que nuestra exigencia de justicia no se convierta en una venganza que manifieste nuestro odio a aquellos que nos hacen el mal.
Tratar a nuestros enemigos como a personas nos ayudará a comprender que son muy semejantes a nosotros y que no es mucho lo que nos separa.
Nos educamos para la paz en la medida en que conocemos y aceptamos los valores de los demás.
“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, decían los romanos, enamorados de la guerra. Nosotros tenemos que decir: “Si quieres la paz, convive con tus hermanos, porque no se puede hacer la guerra a quien se ama” La paz se funda en el amor.
Si vences a tu enemigo, siempre será tu enemigo; si lo convences, será tu amigo.
Debemos tener cuidado de que nuestra exigencia de justicia no se convierta en una venganza que manifieste nuestro odio a aquellos que nos hacen el mal.
Tratar a nuestros enemigos como a personas nos ayudará a comprender que son muy semejantes a nosotros y que no es mucho lo que nos separa.
Nos educamos para la paz en la medida en que conocemos y aceptamos los valores de los demás.
“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, decían los romanos, enamorados de la guerra. Nosotros tenemos que decir: “Si quieres la paz, convive con tus hermanos, porque no se puede hacer la guerra a quien se ama” La paz se funda en el amor.
Si vences a tu enemigo, siempre será tu enemigo; si lo convences, será tu amigo.
jueves, 21 de abril de 2011
Jueves Santo
Tres Regalos En Un Solo Día
Eucaristía
Jesús se nos queda para siempre entre nosotros. ¡Tomad y comed! ¡Tomad y bebed! Y desde entonces, aquel que se da, no se instaló inamovible en el pasado y sí en cambio para siempre, dinámico y vivo, en medio de la comunidad a la que reconforta con su pan y sirve como siervo.
Desde entonces cuando se eleva la patena, a rebosar de pan, y el cáliz desbordándose de vino es Cristo quien en memorial se hace presente en algo tan sencillo aparentemente como en dos especies. No lo verán nuestros sentidos…pero seguro, que bajando al corazón, allá en el silencio y en la contemplación Dios nos dirá: Jesús, el Cristo, está aquí.
Desde entonces, cada jueves, tiene el aroma del pan recién amasado por las manos de Santa María Virgen y el sabor profundo de saber que es el cuerpo del mismo Cristo que se entregó y que se entrega para ser una puerta de salida a este mundo tan enrevesado y tan falto de salvación. Para edificar la iglesia y reforzar los cimientos del templo que cada uno llevamos dentro.
Desde entonces el cáliz es sangre que, cuando uno lo apura, entra de lleno en aquellas horas de la pasión más grandemente vivida por ningún hombre excepto por Cristo.
Sacerdocio
Desde entonces cuando se eleva la patena, a rebosar de pan, y el cáliz desbordándose de vino es Cristo quien en memorial se hace presente en algo tan sencillo aparentemente como en dos especies. No lo verán nuestros sentidos…pero seguro, que bajando al corazón, allá en el silencio y en la contemplación Dios nos dirá: Jesús, el Cristo, está aquí.
Desde entonces, cada jueves, tiene el aroma del pan recién amasado por las manos de Santa María Virgen y el sabor profundo de saber que es el cuerpo del mismo Cristo que se entregó y que se entrega para ser una puerta de salida a este mundo tan enrevesado y tan falto de salvación. Para edificar la iglesia y reforzar los cimientos del templo que cada uno llevamos dentro.
Desde entonces el cáliz es sangre que, cuando uno lo apura, entra de lleno en aquellas horas de la pasión más grandemente vivida por ningún hombre excepto por Cristo.
Sacerdocio
En los apóstoles el Señor nos deja el sacerdocio como don y como vida a su iglesia para que nunca, el correr de los siglos, olvidaran aquel memorial de su pasión, de su muerte, de su resurrección.
Pronto, con ilusión y con sangre, aquellos hombres comenzaron a dar razón de lo que fuertemente y privilegiadamente habían vivido: la Pascua del Señor….sus horas amargas y el triunfo de la vida sobre la muerte. En su nombre, en cada eucaristía, evocaban y actualizaban lo que hasta nosotros hoy nos ha llegado.
Han pasado muchas cosas, han muerto muchos sacerdotes…pero el memorial sigue siendo, estando y ebullendo con la misma sangre y multiplicándose en alimento puntual con el mismo cuerpo caliente. Pronto, aquellos primeros sacerdotes del Nuevo Testamento, aprendieron que el servicio necesitaba de la eucaristía y que la eucaristía (la comunión con Cristo) les urgía lanzándoles al encuentro y a la comunión con los hermanos. Sacerdocio es, en Jueves Santo, latir de nuevo con la ilusión sacerdotal de aquel primer día, elevar la hostia y el vino con la emoción contenida de aquella primera misa. Entre otras cosas porque, hoy como ayer, sigue siendo el mismo pan y el mismo pan de la unidad en Cristo el que nos llama a dar razón de nuestra entrega.
Amor
Pronto, con ilusión y con sangre, aquellos hombres comenzaron a dar razón de lo que fuertemente y privilegiadamente habían vivido: la Pascua del Señor….sus horas amargas y el triunfo de la vida sobre la muerte. En su nombre, en cada eucaristía, evocaban y actualizaban lo que hasta nosotros hoy nos ha llegado.
Han pasado muchas cosas, han muerto muchos sacerdotes…pero el memorial sigue siendo, estando y ebullendo con la misma sangre y multiplicándose en alimento puntual con el mismo cuerpo caliente. Pronto, aquellos primeros sacerdotes del Nuevo Testamento, aprendieron que el servicio necesitaba de la eucaristía y que la eucaristía (la comunión con Cristo) les urgía lanzándoles al encuentro y a la comunión con los hermanos. Sacerdocio es, en Jueves Santo, latir de nuevo con la ilusión sacerdotal de aquel primer día, elevar la hostia y el vino con la emoción contenida de aquella primera misa. Entre otras cosas porque, hoy como ayer, sigue siendo el mismo pan y el mismo pan de la unidad en Cristo el que nos llama a dar razón de nuestra entrega.
Amor
Era la novedad de aquella Pascua temida, no querida por unos y jaleada por otros. El amor cobraba unos tintes jamás soñados ni diseñados por los que tanto amaban a Jesús. Les había adelantado algo de la locura de su amor…..pero la realidad rebasaba con creces a la pura ficción.
El amor se hacía sangre, humillación. El amor que era divino se postraba para, uno a uno, lavar y besar los pies de aquellos que se consideraban más siervos que el siervo sufriente.
Aprendieron la lección, magistralmente vivida y representada por Jesús, que el amor debe ser humilde, desconcertante y rompedor, humano y divino, profético y testimonial. ¿Lavarme tú a mí los pies Señor? le diría desconcertado Pedro a Jesús. Algo bueno tendrá el amor cuando Jesús lo puso como principio y fin, como condición y exigencia a sus seguidores.
Amor, sacerdocio y Jesús. Nunca, un día, como Jueves Santo, pudo contener tan grandes regalos marcados con tan profundas palabras y rodeados de tanto contenido. Malo será que nosotros nos quedemos sólo en el adorno.
Es Dios, quien con tal de rescatar al hombre, es capaz de dejarnos vivencias y sacramentos, signos y memoriales para que nunca olvidemos aquel paso que dejó una iglesia, una resurrección, una eucaristía, un mandamiento y un código para la vida de todo cristiano.
El amor se hacía sangre, humillación. El amor que era divino se postraba para, uno a uno, lavar y besar los pies de aquellos que se consideraban más siervos que el siervo sufriente.
Aprendieron la lección, magistralmente vivida y representada por Jesús, que el amor debe ser humilde, desconcertante y rompedor, humano y divino, profético y testimonial. ¿Lavarme tú a mí los pies Señor? le diría desconcertado Pedro a Jesús. Algo bueno tendrá el amor cuando Jesús lo puso como principio y fin, como condición y exigencia a sus seguidores.
Amor, sacerdocio y Jesús. Nunca, un día, como Jueves Santo, pudo contener tan grandes regalos marcados con tan profundas palabras y rodeados de tanto contenido. Malo será que nosotros nos quedemos sólo en el adorno.
Es Dios, quien con tal de rescatar al hombre, es capaz de dejarnos vivencias y sacramentos, signos y memoriales para que nunca olvidemos aquel paso que dejó una iglesia, una resurrección, una eucaristía, un mandamiento y un código para la vida de todo cristiano.
¡Bendito sea ese Jueves Santo!
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