Estamos acostumbrados a dividir el mundo en buenos y malos. Tomamos partido por los buenos y deseamos que los malos sean derrotados. Pero aquellos a quienes hemos etiquetado como malos también son personas y, en plan cristiano, también son hermanos nuestros, hijos de Dios. Por eso Jesús nos pide que hagamos oración por nuestros enemigos y que devolvamos bien por mal. (Mt 5, 44).
Debemos tener cuidado de que nuestra exigencia de justicia no se convierta en una venganza que manifieste nuestro odio a aquellos que nos hacen el mal.
Tratar a nuestros enemigos como a personas nos ayudará a comprender que son muy semejantes a nosotros y que no es mucho lo que nos separa.
Nos educamos para la paz en la medida en que conocemos y aceptamos los valores de los demás.
“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, decían los romanos, enamorados de la guerra. Nosotros tenemos que decir: “Si quieres la paz, convive con tus hermanos, porque no se puede hacer la guerra a quien se ama” La paz se funda en el amor.
Si vences a tu enemigo, siempre será tu enemigo; si lo convences, será tu amigo.
Debemos tener cuidado de que nuestra exigencia de justicia no se convierta en una venganza que manifieste nuestro odio a aquellos que nos hacen el mal.
Tratar a nuestros enemigos como a personas nos ayudará a comprender que son muy semejantes a nosotros y que no es mucho lo que nos separa.
Nos educamos para la paz en la medida en que conocemos y aceptamos los valores de los demás.
“Si vis pacem, para bellum”, si quieres la paz, prepara la guerra, decían los romanos, enamorados de la guerra. Nosotros tenemos que decir: “Si quieres la paz, convive con tus hermanos, porque no se puede hacer la guerra a quien se ama” La paz se funda en el amor.
Si vences a tu enemigo, siempre será tu enemigo; si lo convences, será tu amigo.